En los últimos días se ha producido un gran revuelo a raíz de la investigación realizada por el periódico The Guardian, en la que se denuncia la existencia de trabajo esclavo en la cadena de suministro de la producción de langostino en Tailandia. En concreto la publicación británica ha señalado al gigante Charoen Pokphand Foods (CP Foods), acusándole de comprar harina de pescado a proveedores que emplean mano de obra esclava.

La noticia ha generado una conmoción todavía mayor, pues CP Foods abastece a grandes cadenas de distribución en Estados Unidos y Europa. La reacción de estas últimas no se ha hecho esperar y Carrefour ha rescindido su contrato valorado en 4 millones de dólares con la compañía tailandesa. Por su parte la cadena belga Colruyt devolverá todas las existencias remanentes de productos CP Foods, mientras que las empresas alemanas Aldi y Penny han anunciado que tomaran medidas contra la compañía.

Este escándalo se produce en un momento en el que la industria mundial del langostino, y en especial Tailandia, sigue sufriendo los efectos del EMS y poco después de que la UE haya anunciado la retirada de las tarifas preferentes de importación del crustáceo con origen en el país del sureste asiático. Los expertos pronostican que este contexto podría repercutir en una mayor demanda desde otros países como Vietnam o Ecuador y en consecuencia aumentar, aún más, los precios del langostino que hasta ahora se perfilaba como alternativa más económica al producto tailandés.